miércoles, 16 de diciembre de 2009

Una tarde en Buenos Aires

Cuando comenté que sólo pasaría una noche en Buenos Aires todos me dijeron que estaba loco, que era una ciudad preciosa y que merecía más atención. No lo dudo, pero tenéis que entenderme.

Yo vivo en Madrid, y lo último que deseo cuando voy de vacaciones es pisar más asfalto. Además, viajé solo, y es muy triste asistir a un espectáculo de tango y cenar en solitario, mientras que uno puede quedarse admirando un lago durante horas o caminar por el monte sin ninguna compañía. Cada viaje tiene sus cosas.


Conducir es uno de mis vicios, tomar fotografías, otro, aunque éstas de hoy no estén precisamente entre las mejores. Disfruté de esos paisajes, de esos caminos tan poco transitados y de esa naturaleza apabullante. En ningún momento me aburrí ni eché de menos estar con alguien. Es más, me alegro de haber ido en solitario porque las sensaciones son diferentes. Pero ver una ciudad es otra cosa. Guardo B.A. para otra visita, para cuando haya visto el resto de Argentina.


Aún así, tuve tiempo para darme una vuelta por el centro, visitar algunas librerías (porque me hacía ilusión comprar libros de allí), ver la Casa Rosada, la Plaza de las Madres de Mayo, la Catedral; y, por supuesto, comprar unos alfajores.




Iberia, o mejor dicho, sus pilotos, que estaban de huelga, tuvieron la “gentileza” de retenerme allí una día más, pero el viaje ya estaba hecho. Como siempre, tenemos que pagar los platos rotos los pasajeros. Debe ser que ellos no ganan lo suficiente ni tienen bastantes días de descanso. Lo que sí tienen es mucha jeta y un sindicato muy fuerte al que tenemos que someternos.

La compañía se portó muy bien. Nos pusieron un taxi que compartí con una pareja de argentinos que volaban hacia Valencia y nos alojaron en un buen hotel que además estaba bien situado.


Aproveché para dar otra vuelta, esta vez sin cámara. Ya tenía todas las fotos del mundo.